AtaqueZombie

Cuando los muertos caminen ¿a donde iras a esconderte?
Ellos van por ti Barbara.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

¿Los zombies son ciegos?

Uno de los aspectos más debatidos de los zombies, es si serían seres ciegos, en parte por la enorme importancia de la humedad en los ojos en especial por el daño que un zombie sufriría en el humor vitrio y el humor acuoso, uno de los órganos que se dañan y descomponen más rápido.

Las teorías de acuerdo a si son infectados o realmente muertos vivientes son:

  1. Ven borroso
  2. Ven bien
  3. No ven
El papel del humor vitrio es claro, si no hace su papel, los detritus celulares opacaría la visibilidad y transparencia del interior del ojo. Si un muerto viviente muere y no revive inmediatamente y asume esas funciones celulares de las células fagocíticas en el humor vitrio, comenzaría a ver borroso a las pocas horas, mientras el interior del ojo se podría volver de color blanco.

Esto podría conducir a la ceguera en muy poco tiempo, incluso si los zombies no pierden la humedad de su cuerpo.

Para que un zombie vea medianamente bien o incluso borroso, depende de que el humor acuoso siga haciendo su trabajo sobre el ojo y el humor vitrio realice al menos parcialmente sus funciones para limpiar el ojo.

Por tanto un muerto viviente a las pocas horas podría ver borroso y quedar ciego en relativamente un tiempo corto.

Si el caso fuera de un infectado, este no tendría los problemas de un zombies con su vista y terminaría casi al final de su vida con algún grado de vista, pues el cuerpo humano puede soportar mucho tiempo condiciones de no humedad (la deshidratación extrema puede afectar la vista a largo plazo), sin que esto afecte de forma significativa la visión, hasta que algunas enfermedades oportunistas produzcan daños a la vista.

Conclusiones
El muerto viviente es más probable que dependa del sonido, mientra que un infectado vivo dependa más de la vista, el primero podría ser engañado moviéndose lentamente y en silencio (si no usan el olfato para detectarlos) siendo probablemente ciego o de una vista pobre.

El segundo por el contrario vería perfectamente la mayor parte del tiempo, salvo que el virus dañe su vista, algo poco probable, es incluso más probable que de tener problemas con la vista estos sean originado en su su mente y como la afecta el virus. 

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Usar cuchillos o machetes contra Zombies: La opción correcta segun la doctrina

Hay varias teorias sobre un brote Zombie que manejarían distintos escenarios y situaciones, de ahí distintas doctrinas para enfrentarse a la amenaza zombie, de la cual no estamos preparados en las grandes ciudades.

Estas teorias son:
  1. Los Zombies pueden ser muertos vivientes.
  2. Que solamente aparenten ser zombies, siendo en realidad infectados de un virus, mutágeno o bacteria que los haga comportarse en un patrón psicótico y antinatural.
  3. Que pueda ser una transición entre ambos tipos mencionados antes.
De esto se desprende que:
  1. Los Zombies serían lentos y pasivos.
  2. Los Zombies serían rápidos y furiosos.
  3. Los Zombies podrían ser una mezcla de lentos pasivos y rápidos dependiendo su estado avanzado como zombie.
Zombies lentos
En el caso de que sean lentos y pasivos, esto es, que solamente ataquen si ven o notan la presencia de un ser humano sano, el cuchillo y el machete se hace un arma importante, aunque es igual de importante el uso de pistolas y armas de fuego con o sin silenciador, además del uso de vehículos grandes para despejarlos del camino.

Los zombies comunes y lentos, lo más probable es que al cortarles la cabeza, suelten poco líquido infeccioso debido a su inexistente presión sanguínea o en caso de tenerla sea demasiado débil, como sea, en un caso real de ataque zombie lo más probable es que exista. Por lo que requerirán una ligera protección contra sus líquidos, aunque protecciones contra mordidas en brazos y cuello son recomendables es mejor intentar evitarlos moviéndose rápido.

Zombies rápidos
En el caso de zombies rápidos el machete puede ser la diferencia entre eliminar uno o toda una horda que vendrá guiada por el ruido, el cuchillo además servirá para defenderse en los comunes combates a corta distancia que hacen muy difícil el uso del machete salvo en espacios cómodamente despejados.

Los combates con cuchillo necesitaran además de protección contra mordidas, el neopreno o una prenda como una chamarra de cuero protege los brazos de las mordidas del ser humano.

Proteger la cara es una prioridad alta contra posibles contactos con la sangre de los infectados, lo mismo las manos.

A diferencia de los zombies lentos, los zombies rápidos solamente deben manejarse en interiores donde sea más fácil acotar su desplazamientos, en las calles es mejor desplazarse en vehículos rápidos y grandes que puedan apartar cualquier obstáculo.

Cuando hay muchos zombies o infectados, es mejor usar armamento de alto poder y tirar a las piernas que arriesgarse con un machete a ser devorado por las hordas de individuos veloces y eufóricos.

Si se quiere escapar de ellos a pie se debe ir ligero y tener como objetivo una construcción u auto ya bien identificado y del cual tengamos llaves.

Es mejor desplazarse en momentos donde la oscuridad les proteja, usando cebos como cohetes o alarmas de coches que desvíen a los iracundos de su rumbo y así les permitan acabar con los restantes sin mucho esfuerzo.

Como sea el machete requiere de una persona con mano firme.

viernes, 26 de noviembre de 2010

A solas: Parte I

La mujer recibió un disparo a la altura de la barbilla mientras intentaba arrancar el carro, un Ford Maverick clásico y fue sacada violentamente por la ventanilla rota del piloto por la ingente muchedumbre que intentaba apropiarse de su auto, el cuerpo de la joven mujer dio contra el asfalto duro de la avenida.

La turba, en su intento por escapar de la ciudad, se abalanzaba sobre cualquier infortunado vehículo, aun cuando para ello fueran aplastados por desesperados automovilistas que terminaban en aparatoso accidentes.

Rebeca era enfermera y se hallaba en una situación precaria, la sangre brotaba a borbotones de su mandíbula con restos de dientes y la carne pulverizada de su lengua, alguien apuntó a la portezuela del auto que había reventado la ventanilla, mientras muchas manos la arrancaron de su asiento con tal fuerza que desprendieron el cinturón de seguridad, ahora más preocupados por introducirse en el pequeño vehículo, había sido dejada a su suerte arrastrándose para salir.

La mujer se incorporó desesperadamente, movida por la adrenalina del momento y corrió, introduciéndose como pudo al primer portón bardado de aquella zona residencial que encontró para pedir ayuda y guarecerse de los incesantes ires y venires de desesperados iracundos,

Cerró el portón, aunque no tuviese la llave para salir de allí.

En la casa aparentemente abandonada, los gritos, disparos y confusión se amortiguaron en un silencio inquietante, su cabeza estaba en ebullición, no lograría sobrevivir si se desmayaba en aquel momento, intentó usar el teléfono de aquella casa pero no daba señal y el suyo se quedó en el auto con sus demás pertenencias de viaje.

Con sus maltrechas fuerzas cortó un trozo de tela de un mantel de seda y lo amarró a la base de su empeine que sangraba profusamente, en la cocina de aquella casa, mantuvo su hinchada quijada al flujo de agua fría, aunque su lengua se sentía como una pelota, podía sentir que la bala le había arrancado tres dientes.

Subió torpemente al primer piso tropezando varias veces, en el baño encontró un pequeño botiquín, por suerte contenía hilo quirúrgico absorbible con una aguja asida al sobre, apenas sintió el escozor de la solución de yodo, que era una solución bucal rebajada.

Coserse fue terriblemente doloroso, en especial la salida de la bala que arrancó la piel, cuyos restos colgaban en tres cortes, si no fuera porque en un grito de desesperación abrió la boca, la herida sería aún más grave.

Se puso algodón impregnado de yodo dentro de la boca que no fue particularmente doloroso, con las gasas atendió la herida de su pie y cubrió los cachetes hinchados donde la herida más escocia.

Quedóse quieta en una esquina del baño, rendida, entre el desmayo y un sueño mortal, en ese lugar solamente había aspirinas y alguno que otro antibiótico menor, aunque las pastillas con metamizol sódico disminuyeron la fiebre y la hinchazón, su preocupación era no dejar que se infectara la herida hasta que pudiese marcar el 911.

Aunque adolorida, no salía de su incredulidad -"el mundo se ha ido al infierno y ella no había se enterado"- hasta que la mano del diablo la tomó por el cuello y la sacó de su vehículo.

Se quedó semidormida mientras los ruidos de lucha amainaban y caía la tarde.

Por primera vez se detuvo a reflexionar sobre lo que pasaba a su alrededor, todo el camino que recorrió a la casa en que se refugió, estaba plagada de autos varados perfectamente estacionados, algunos con sus cofres arriba, con las puertas abiertas. Algo había sucedido que había dañado los autos, pero a su viejo auto no pareció afectarle y todos parecían tener la necesidad de huir de aquel lugar paradisíaco de la clase media alta, a la que ella no podía acceder y que tenía que conformarse de vivir en las zonas departamentales de la ciudad Atlanta.

Al viejo clásico tuvo que repararle el encendido eléctrico que se había estropeado, un problema que padecía de tiempo atrás, reparación que hizo sin mayor contratiempo gracias a su trabajo como paramédico y conductor de ambulancia que constantemente requería reparaciones, en el cobertizo de la cabaña de su padre, enclavada en un paraje solitario en la bella Tennessee, encontró todo lo necesario para dejarlo a punto y regresar de sus vacaciones a la que usualmente no llevaba ningún aparato de alta tecnología que la distrajera de su recreación anti-estrés.

Un sonido rítmico la abstrajo de su diatriba, luego se escuchó más claramente como un chapoteo que se dejaba sentir cerca de ese lugar, en esa misma casa, en garaje que daba a la calle.

Asomó la cara por el tragaluz del baño, horrorizada, contemplo un grupo de chicos abalanzados sobre lo que presuntamente eran los restos de una señora de la que su rostro estaba hecho jirones y su pecho oscuro y rojizo dejaba ver el blanco de los huesos de su caja torácica.

Uno de los chicos hizo un ademán de ver y apartó la mirada asustada, no comprendía la magnitud de lo que estaba pasando, se dirigió a las ventanas que daban a las calles interiores del vecindario donde pudo contemplar una ciudad devastada por humaredas de presumibles incendios de algunas viviendas a lo lejos.

La casa estaba bardeada y recubierta de enredaderas y árboles de poda, que no dejaban ver claramente el exterior, tenía que subir al segundo piso para obtener una mejor vista, al retomar el pasillo, pudo observar manchas obscuras que no había visto al ingresar a la casa, era lo que parecía un camino de sangre, pero dado que no había luz eléctrica no podía decir realmente si era eso, bajó a la cocina, pero no encontró ninguna lámpara, fuera de un llavero de led que apenas alumbraba, se aseguró de cerrar la puerta y de agarrar un cuchillo de carnicero embonado en un porta cuchillos de madera.

Se detuvo a contemplar el desorden de aquel lugar, había signos de lucha, el llavero le permitió ver que de uno de los cuartos de la planta baja, alguien había sigo arrastrado dejando marcas de sangre que subían por las escaleras.

Haciendo de tripas corazón, se armó de valor y se dirigió al primer piso, donde contempló el mismo desorden, en uno de ellos, signos de lucha.

La sangre era abundante, su respiración se acortaba. Descubrió el primero en el segundo piso y luego el segundo, que había sido atravesado con un objeto contundente que le había destrozado el pecho y cuyo costado dejaba un camino de sangre y restos de piel embarrados en el piso que Rebeca usualmente veía en accidentes fatales, el rastro con marcas de pisadas se detenía ante una puerta a mitad del pasillo.

Y al abrirla, lo que vio le arrancó un grito que le hizo trastabillar hacia atrás y caer encima de otro bulto a lado de la puerta, salio de un estado de terror para entrar a otro, frente al cuerpo de un hombre -cuya mitad de la cabeza estaba pegada al techo, producto de la fuerza de un disparo de escopeta que le dejó colgando literalmente sus ojos-, -otro cuerpo- tal vez de un niño pequeño, cuya ausente cabeza había sido separada de su tronco, yacía desmadejado a los pies del hombre.

Fue entonces cuando lo vio, enclavado en una esquina de aquella oscura habitación, iluminado por la tenue luz del llavero -Se mueve- dijo para sí Rebeca, -mueve los ojos y la boca-.
Rápidamente se incorporó movida por un irracional impulso que la alejó de aquel horror para dar de bruces contra la pared de madera del pasillo.

Cayendo la noche, los gemidos se escuchan al viento libre de las calles interiores de ese mundo de pesadilla, Rebeca vive la propia, atraída a la última habitación de una casa, donde los quejidos se escuchan amortiguados, donde la soledad apremia y el viento no perdona.