Cuando los muertos caminen ¿a donde iras a esconderte?
Ellos van por ti Barbara.

domingo, 23 de agosto de 2009

La primer Ola (II)

Pift!, sonó la pistola del Teniente Ramirez, quien disparó holgadamente siete tiros que impactaron en su blanco sin mucha dificultad, el primero de aquellos pobres diablos saltó por el portón casi hasta increíblemente pararse en la línea de la guía donde se enredo con los cables, la cabeza fue atravesada en el ojo y la nariz por balas 5.56, aunque el retroceso era penoso con el silenciador, sacado de balance por sus otros acompañantes, calló para darse directo en la cabeza que se despedazó como una sandía.

La mujer que le siguió era una oficinista rubia que tenía desgarrada la ropa y el suéter empapado en sangre, sus lentes rojos apenas dejaban ver sus ojos inyectados de sangre, su corbata era de lo más grotesco, apretando anormalmente el cuello. El suboficial Reimond sonrió cuando uno de los senos de la pobre mujer salía colgando entre los jirones.

Le disparó en ambos senos y remató con un tiro en la cabeza que la tiró sobre la barandilla en la que quedó atrapada la corbata, mientras se retorcía en contracciones terribles, la lengua salía amoratada en una pronunciada curva, mientras la saliva espesa y blanca se desliaba lentamente por su garganta.

Reimond ni se inmutó sólo se limitó a señalar con su dedo medio en dirección Ramirez, quien apenas si le puso atención.

Al tercero le atiné a dar en el pecho dos veces, cayó al suelo furioso, el único sonido que se escuchó fue el de sus huesos del brazo derecho romperse.

Quiso volver a retomar el portón, pero sus intentos fueron infructuosos, se abalanzó encolerizado a las piernas de la chica tendida de su corbata sobre las varillas que refuerzan el portón, esta se convulsionó en un rictus de dolor, otros se movieron y mordieron las piernas, hasta que un líquido amarillezco y rojizo salió.

La corbata se soltó y su cuerpo golpeó sobre la muchedumbre, que al quitar los jirones que tenía por ropa, empezaron a devorarle, esta se retorcía hasta que a uno de aquellos infortunados asesinos le soltó una roca grande de pavimento a mitad del tronco, que le desprendió la cabeza y una gran porción de la caja torácica.

Nadie disparaba, contemplado el acto de un grupo de criaturas que ya nunca podrán ser humanas otra vez.

El camarógrafo Tim Stuart no daba crédito, comprobando que la grabación seguía, no pasó mucho hasta que el ruido de un carro desviara a toda esa ingente tras el sonido.

Cuando regresó el Sargento Armando ordenó taponar con los autos de las bodegas los portones, pero al intentar cumplir la orden un grupo de los que quedaron dentro se abalanzó sobre la puerta de la bodega tirándose uno ellos sobre mí, yo alcance a retroceder pero me mordió en el brazo, aunque sus mordidas no atravesaron el traje táctico, Reimond se retiró asustado, porque sólo traía el chaleco antibalas dejando sus brazos al descubierto, dejándome a mí ya uno de los técnicos de la estación a suerte de estas bestias.

La SIG SG se escurrió por el suelo, me deslice empujando frenéticamente cuando uno me aferraba las piernas, hasta que pude incorporarme y salir corriendo, el técnico se subió sobre una Van, pateando o empujando a sus seguidores, uno de ellos tomó el arma e intentó disparar, aunque esta tenía el seguro, el sujeto no reparo en aquel detalle. Entre cuatro del escuadrón abatieron con silenciador a los perseguidores que nos arrinconaron cerca de las escaleras del edificio de mantenimiento, el resto les disparó a quema ropa en la cabeza desde los lados, pero aún seguían moviéndose.

Quemamos sus cuerpos con diésel al interior de la explanada y el intenso olor lanzó una densa capa de humo negro que ennegreció la fachada de una de las bodegas.

Me fui directo sobre el imbécil de Reimon alcanzándole a dar en el estómago con el botín, colérico, intentó darme con su puño izquierdo, pero el Sargento se abalanzó sobre él y otros me aferraron del brazo.

El hijo de perra se limitó a alzar su brazo mientras lanzaba dedicatorias.

Tomé el rifle y noté que la boquilla estaba ligeramente curvada, que suerte.

sábado, 22 de agosto de 2009

La primer Ola

Esteban retiró la mira electrónica de su fusil de asalto SIG SG 550, se había fundido como toda la electrónica de su equipo, el primer tiro lo hizo casi a 500 metros de la camioneta volcada y falló en el blanco, el conductor y el capitán estaban muertos en el frente.

Prosiguieron con su misión y se dirigieron corriendo a la televisora, a 300 metros disparó una ráfaga que poco pudo hacer para detenerles, las balas en las piernas resultaban efectivas para momentáneamente sacarlos de balance, pero gastaban mucha munición. La muchedumbre retrocedía mostrando la sangre inyectada de sus ojos, tirando piedras y objetos que encontraban a su alcance, algunos disparaban sin mucha precisión, en respuesta cada tiro nuestro se concentraba en estos últimos.

Se acantonaron en el portón abierto de la televisora que con dificultades cerraron sin electricidad, muchos de aquella muchedumbre estaban al interior de las instalaciones, pero gracias a sus armas, especialmente diseñadas para el combate a corta distancia, lograron repelerlos, no sin antes obligarlos a salir, tirando entre cuatro de la unidad los cuerpos que quedaban tirados con un tiro en la cabeza.

Jalaron un pequeño remolcador que usaron para mantener fijo el cierre del portón de casi cuatro metros de altura.

Había algunos más en el interior dispersos en un reducido grupo que ultimaron con dificultad por su tendencia a esconderse cuando iban en grupo reducido.

Uno de los empleados de la televisora, la única que mantenía transmisiones en la región salió a recibirlos tras la reja interior cuyo cierre eléctrico había fallado, pero luego de algunos intentos lograron abrir y refugiarse en el edificio principal del complejo de estudios donde se encontraba la antena de transmisión satelital.

Mediante estas antenas y gracias a su construcción de cuarto de Faraday el edificio había soportado el "golpe del pulso" y era de los pocos con electricidad, parecido fue con los equipos de comunicación de la policía, sólo los equipos guardados en las bodegas blindadas habían sobrevivido.

El mismo presidente del país ordenó al grupo táctico ir y proteger a los trabajadores que se hallaban al interior.

El sargento Armando se quitó la careta y el casco dejando un grupo para vigilar las entradas, en los monitores de las estaciones de control reinaba el caos, la comunicación que habían logrado con el gobierno se había cortado y la situación empeoraba para los equipos de camarógrafos y reporteros enviados a cubrir la nota.

Algunos se arremolinaban en cuartos rezando, entregándose a la locura, mientras otros miraban a las paredes vacías reflexionado sobre sus vidas, pero el espectáculo tiene que continuar, un grupo de panelistas debatían acaloradamente el problema al aire, aún cuando poca gente era capas de captarlos.

miércoles, 12 de agosto de 2009

El pozo (I): La pequeña historia de Muttaqi

Muttaqi vive en la periferia de Kabul en afghanistan, su familia murió cuando los norteamericanos invadieron el país, su hermano Amir, se unió a la policía afgana y luego fue enviando a Fort Benning a recibir entrenamiento en la WHISC, cuando regresó se volvió parte de la milicia o escuadrones de la muerte que los Americanos formaron como parte de su guerra de baja intensidad en Kabul hasta lograr el control y desplazamiento de asentamientos talibanes en la región.

Su hermano era amante de los aparatejos americanos que cargaba en su uniforme lleno de bolsas sobre su chaleco antibalas, escuchaba música a todo volumen, mientras vigilaba el exterior del edificio, la derruida casa de Muttaqi en la que vivía sólo tenía una mesa con una silla vieja, algunos mendrugos de pan en una bolsa insalubre fueron lo único que obtuvo de su hermano quien vivía en la zona verde de Kabul y del que poco y nada supo desde que se fue con los infieles y cruzados, como algunos simpatizantes del talibán llamaban mientras en voz baja repetían Allah Akbar.

La primer película que vio en su vida Muttaqi, fue una de Rambo III en el teléfono móvil de su hermano quien pasó toda la noche en el lugar, aunque no entendió nada, fue muy graciosa viendo a un americano desnudo peleando con los talibanes, con los que ahora su hermano lucha.

Usaba la casa para planear sus movimientos sobre la zona y verificar que ningún talibán merodeara, además se dedicaba al asesinato especializado de lideres religiosos y de las tribus.

Amir golpeaba brutalmente a su hermano menor, a veces lo obligaba a recorrer la montaña repleta de casas y señalar con un láser que desmontaba de su M-16, a la posición de una casa sospechosa de tener algún insurgente o por pura diversión, que mediante un bombardeo quirúrgico que dejaba decenas de heridos y varios muertos, habían acabado con grandes porciones de concreto blanco, yacer dispersos sobre los caminos de la montaña.

Las noches eran horrendas, aún sin su hermano cerca, los bombardeos de los talibanes con morteros a veces hacían blanco en una casa ajena al conflicto.

El día que sucedió era un día extraño, denso, húmedo, se sentía un sabor agrio en el ambiente, Amir lo despertó agitándolo violentamente, todo ensangrentado del costado derecho, lo tomó por el brazo y arrastró varios metros hasta salir por la casa colindante en ruinas, escalando el hoyo en el techo, le tapó la boca y se sentó sobre su pecho, sacó una aguja que le inyectó sin mucha precisión en el brazo, apretó y el líquido oscuro entró muy rápida y dolorosamente en el torrente sanguíneo.

Muttaqi le mordió la mano que llevaba un guante de cuero para fijar correctamente su rifle, Amir sonrió y le dijo que se escondiera y no saliera durante seis lunas y a la séptima se internara en dirección a Hindu Kush y se quedara en los pasajes que construyeron los americanos por donde enviaban las AK-47 y morteros a través de Pakistán al Talibán contra los Rusos.

Dejando caer su bolsa militar de provisiones que hizo que el chico agarrara, llevándose la mano a uno de sus bolsillos, sacó una libretita escrita en pashto, uno de los idiomas afganos y le dijo que la entregara a Khan Abdali.

La escalera al primer piso de esta vivienda estaba derruida y sólo era accesible escalando, ayudándole a subir le dijo que no saliera.

Sacó su Glock y mirando su comunicador salió por el muro de la casa, Muttaqi vio a soldados Americanos dirigirse en sus HMMWV en dirección a donde su hermano corría y varios balazos se sucedían, el chico solo atinó a tirarse pecho tierra.

Mientras se alejaba Amir sonreía a un oficial adjunto de la CIA y los soldado del vehículo en perfecto inglés:

-Te dije que lo haría, ahora, no iremos nosotros.*