Cuando los muertos caminen ¿a donde iras a esconderte?
Ellos van por ti Barbara.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Usar cuchillos o machetes contra Zombies: La opción correcta segun la doctrina

Hay varias teorias sobre un brote Zombie que manejarían distintos escenarios y situaciones, de ahí distintas doctrinas para enfrentarse a la amenaza zombie, de la cual no estamos preparados en las grandes ciudades.

Estas teorias son:
  1. Los Zombies pueden ser muertos vivientes.
  2. Que solamente aparenten ser zombies, siendo en realidad infectados de un virus, mutágeno o bacteria que los haga comportarse en un patrón psicótico y antinatural.
  3. Que pueda ser una transición entre ambos tipos mencionados antes.
De esto se desprende que:
  1. Los Zombies serían lentos y pasivos.
  2. Los Zombies serían rápidos y furiosos.
  3. Los Zombies podrían ser una mezcla de lentos pasivos y rápidos dependiendo su estado avanzado como zombie.
Zombies lentos
En el caso de que sean lentos y pasivos, esto es, que solamente ataquen si ven o notan la presencia de un ser humano sano, el cuchillo y el machete se hace un arma importante, aunque es igual de importante el uso de pistolas y armas de fuego con o sin silenciador, además del uso de vehículos grandes para despejarlos del camino.

Los zombies comunes y lentos, lo más probable es que al cortarles la cabeza, suelten poco líquido infeccioso debido a su inexistente presión sanguínea o en caso de tenerla sea demasiado débil, como sea, en un caso real de ataque zombie lo más probable es que exista. Por lo que requerirán una ligera protección contra sus líquidos, aunque protecciones contra mordidas en brazos y cuello son recomendables es mejor intentar evitarlos moviéndose rápido.

Zombies rápidos
En el caso de zombies rápidos el machete puede ser la diferencia entre eliminar uno o toda una horda que vendrá guiada por el ruido, el cuchillo además servirá para defenderse en los comunes combates a corta distancia que hacen muy difícil el uso del machete salvo en espacios cómodamente despejados.

Los combates con cuchillo necesitaran además de protección contra mordidas, el neopreno o una prenda como una chamarra de cuero protege los brazos de las mordidas del ser humano.

Proteger la cara es una prioridad alta contra posibles contactos con la sangre de los infectados, lo mismo las manos.

A diferencia de los zombies lentos, los zombies rápidos solamente deben manejarse en interiores donde sea más fácil acotar su desplazamientos, en las calles es mejor desplazarse en vehículos rápidos y grandes que puedan apartar cualquier obstáculo.

Cuando hay muchos zombies o infectados, es mejor usar armamento de alto poder y tirar a las piernas que arriesgarse con un machete a ser devorado por las hordas de individuos veloces y eufóricos.

Si se quiere escapar de ellos a pie se debe ir ligero y tener como objetivo una construcción u auto ya bien identificado y del cual tengamos llaves.

Es mejor desplazarse en momentos donde la oscuridad les proteja, usando cebos como cohetes o alarmas de coches que desvíen a los iracundos de su rumbo y así les permitan acabar con los restantes sin mucho esfuerzo.

Como sea el machete requiere de una persona con mano firme.

viernes, 26 de noviembre de 2010

A solas: Parte I

La mujer recibió un disparo a la altura de la barbilla mientras intentaba arrancar el carro, un Ford Maverick clásico y fue sacada violentamente por la ventanilla rota del piloto por la ingente muchedumbre que intentaba apropiarse de su auto, el cuerpo de la joven mujer dio contra el asfalto duro de la avenida.

La turba, en su intento por escapar de la ciudad, se abalanzaba sobre cualquier infortunado vehículo, aun cuando para ello fueran aplastados por desesperados automovilistas que terminaban en aparatoso accidentes.

Rebeca era enfermera y se hallaba en una situación precaria, la sangre brotaba a borbotones de su mandíbula con restos de dientes y la carne pulverizada de su lengua, alguien apuntó a la portezuela del auto que había reventado la ventanilla, mientras muchas manos la arrancaron de su asiento con tal fuerza que desprendieron el cinturón de seguridad, ahora más preocupados por introducirse en el pequeño vehículo, había sido dejada a su suerte arrastrándose para salir.

La mujer se incorporó desesperadamente, movida por la adrenalina del momento y corrió, introduciéndose como pudo al primer portón bardado de aquella zona residencial que encontró para pedir ayuda y guarecerse de los incesantes ires y venires de desesperados iracundos,

Cerró el portón, aunque no tuviese la llave para salir de allí.

En la casa aparentemente abandonada, los gritos, disparos y confusión se amortiguaron en un silencio inquietante, su cabeza estaba en ebullición, no lograría sobrevivir si se desmayaba en aquel momento, intentó usar el teléfono de aquella casa pero no daba señal y el suyo se quedó en el auto con sus demás pertenencias de viaje.

Con sus maltrechas fuerzas cortó un trozo de tela de un mantel de seda y lo amarró a la base de su empeine que sangraba profusamente, en la cocina de aquella casa, mantuvo su hinchada quijada al flujo de agua fría, aunque su lengua se sentía como una pelota, podía sentir que la bala le había arrancado tres dientes.

Subió torpemente al primer piso tropezando varias veces, en el baño encontró un pequeño botiquín, por suerte contenía hilo quirúrgico absorbible con una aguja asida al sobre, apenas sintió el escozor de la solución de yodo, que era una solución bucal rebajada.

Coserse fue terriblemente doloroso, en especial la salida de la bala que arrancó la piel, cuyos restos colgaban en tres cortes, si no fuera porque en un grito de desesperación abrió la boca, la herida sería aún más grave.

Se puso algodón impregnado de yodo dentro de la boca que no fue particularmente doloroso, con las gasas atendió la herida de su pie y cubrió los cachetes hinchados donde la herida más escocia.

Quedóse quieta en una esquina del baño, rendida, entre el desmayo y un sueño mortal, en ese lugar solamente había aspirinas y alguno que otro antibiótico menor, aunque las pastillas con metamizol sódico disminuyeron la fiebre y la hinchazón, su preocupación era no dejar que se infectara la herida hasta que pudiese marcar el 911.

Aunque adolorida, no salía de su incredulidad -"el mundo se ha ido al infierno y ella no había se enterado"- hasta que la mano del diablo la tomó por el cuello y la sacó de su vehículo.

Se quedó semidormida mientras los ruidos de lucha amainaban y caía la tarde.

Por primera vez se detuvo a reflexionar sobre lo que pasaba a su alrededor, todo el camino que recorrió a la casa en que se refugió, estaba plagada de autos varados perfectamente estacionados, algunos con sus cofres arriba, con las puertas abiertas. Algo había sucedido que había dañado los autos, pero a su viejo auto no pareció afectarle y todos parecían tener la necesidad de huir de aquel lugar paradisíaco de la clase media alta, a la que ella no podía acceder y que tenía que conformarse de vivir en las zonas departamentales de la ciudad Atlanta.

Al viejo clásico tuvo que repararle el encendido eléctrico que se había estropeado, un problema que padecía de tiempo atrás, reparación que hizo sin mayor contratiempo gracias a su trabajo como paramédico y conductor de ambulancia que constantemente requería reparaciones, en el cobertizo de la cabaña de su padre, enclavada en un paraje solitario en la bella Tennessee, encontró todo lo necesario para dejarlo a punto y regresar de sus vacaciones a la que usualmente no llevaba ningún aparato de alta tecnología que la distrajera de su recreación anti-estrés.

Un sonido rítmico la abstrajo de su diatriba, luego se escuchó más claramente como un chapoteo que se dejaba sentir cerca de ese lugar, en esa misma casa, en garaje que daba a la calle.

Asomó la cara por el tragaluz del baño, horrorizada, contemplo un grupo de chicos abalanzados sobre lo que presuntamente eran los restos de una señora de la que su rostro estaba hecho jirones y su pecho oscuro y rojizo dejaba ver el blanco de los huesos de su caja torácica.

Uno de los chicos hizo un ademán de ver y apartó la mirada asustada, no comprendía la magnitud de lo que estaba pasando, se dirigió a las ventanas que daban a las calles interiores del vecindario donde pudo contemplar una ciudad devastada por humaredas de presumibles incendios de algunas viviendas a lo lejos.

La casa estaba bardeada y recubierta de enredaderas y árboles de poda, que no dejaban ver claramente el exterior, tenía que subir al segundo piso para obtener una mejor vista, al retomar el pasillo, pudo observar manchas obscuras que no había visto al ingresar a la casa, era lo que parecía un camino de sangre, pero dado que no había luz eléctrica no podía decir realmente si era eso, bajó a la cocina, pero no encontró ninguna lámpara, fuera de un llavero de led que apenas alumbraba, se aseguró de cerrar la puerta y de agarrar un cuchillo de carnicero embonado en un porta cuchillos de madera.

Se detuvo a contemplar el desorden de aquel lugar, había signos de lucha, el llavero le permitió ver que de uno de los cuartos de la planta baja, alguien había sigo arrastrado dejando marcas de sangre que subían por las escaleras.

Haciendo de tripas corazón, se armó de valor y se dirigió al primer piso, donde contempló el mismo desorden, en uno de ellos, signos de lucha.

La sangre era abundante, su respiración se acortaba. Descubrió el primero en el segundo piso y luego el segundo, que había sido atravesado con un objeto contundente que le había destrozado el pecho y cuyo costado dejaba un camino de sangre y restos de piel embarrados en el piso que Rebeca usualmente veía en accidentes fatales, el rastro con marcas de pisadas se detenía ante una puerta a mitad del pasillo.

Y al abrirla, lo que vio le arrancó un grito que le hizo trastabillar hacia atrás y caer encima de otro bulto a lado de la puerta, salio de un estado de terror para entrar a otro, frente al cuerpo de un hombre -cuya mitad de la cabeza estaba pegada al techo, producto de la fuerza de un disparo de escopeta que le dejó colgando literalmente sus ojos-, -otro cuerpo- tal vez de un niño pequeño, cuya ausente cabeza había sido separada de su tronco, yacía desmadejado a los pies del hombre.

Fue entonces cuando lo vio, enclavado en una esquina de aquella oscura habitación, iluminado por la tenue luz del llavero -Se mueve- dijo para sí Rebeca, -mueve los ojos y la boca-.
Rápidamente se incorporó movida por un irracional impulso que la alejó de aquel horror para dar de bruces contra la pared de madera del pasillo.

Cayendo la noche, los gemidos se escuchan al viento libre de las calles interiores de ese mundo de pesadilla, Rebeca vive la propia, atraída a la última habitación de una casa, donde los quejidos se escuchan amortiguados, donde la soledad apremia y el viento no perdona.

domingo, 6 de junio de 2010

Recuerdos de "una vida" pasada

Intenté moverme lo más rápido posible, pero el calor era devastador, rodé por la calle presa del bochorno, quince minutos ininterrumpidos de una carrera que no daba pausa, estaba cerca del infarto.

El medallón del coche se hundió con la fuerza de mi bota amenazando con tragar mi pierna derecha, me limité a asirme con todas mis fuerzas sobre el toldo con manos y la pierna, volviendo a saltar sobre un camión para intentar alcanzar la seguridad del cementerio. El salto fue inhumanamente posible, dejándome al ras de la valla, cuyas puntas rasgaron de forma curva la carne de mis brazos y con las piernas me impulsé sin preocuparme en la caída que fue bastante dolorosa.

Aquel individuo imitó mis movimientos, pero acompañado por una ingente marea de manos, en su loca persecución su cara dio de lleno contra una de las puntas, al perder sus pies el marco de la valla. Ni siquiera inmutó su rabiosa expresión, la punta entró al ras de la barbilla y cortó todo su cráneo dejando escurrir sus sesos, cayendo en el suelo, cuyas piernas se doblaron en un ángulo aberrante.

Del toldo deformado del camión caían los que le imitaron, sin espacio para lograr saltar los 3 metros de separación que permite al correr sin detenerse por una pendiente.

No se empeñaban demasiado en su objetivo al notar que desaparecí tras los arbustos que amortiguaron mi caída y se sumaron a la persecución de otras de personas que inundaban las calles. Con sus puños reventaban puertas del complejo, o simplemente trepaban los muros donde dejaban a decenas de los suyos. Una iglesia de puertas grandes cerró su puertas, pero los grandes ventanales permitieron la entrada de unos cuantos que luego de unos minutos disminuían los gritos y aumentaban los sonidos guturales de aquellas criaturas creciendo a su alrededor.

En el interior del cementerio sólo podía observar tumbado en el suelo, protegido por las amplias vallas de hierro. El suelo con abundante pasto refrescaba mi adolorido cuerpo y protegido por los arbustos contemplaba la gran carnicería que se desató en el pueblo.

La elección del lugar no era quizás la más adecuada, pero era mejor que elegir una avenida o una calle donde los carros pasaban a toda velocidad, algunos terminaron estrellados abriendo enormes boquetes en las casas o en su intento por ocultarse en centros comerciales y cualquier refugio, tiraban los portones, las puertas y las verjas abriendo pasos a sus perseguidores, encontrando otras víctimas.

El cementerio rodeado por una circunvalación para dar salida a los cortejos fúnebres no era la elección más adecuada para huir de la ciudad, aunque el mismo daba a una colina con abundante vegetación por el que se podía intentar la fuga al descampado.

Mi descanso fue interrumpido por una mujer, una secretaria, de las tantas empresas que rodeaba la cuadra, que noto mi presencia entre en los arbustos y quiso alcanzarme metiendo sus refinadas manos por la verja, que pronto se llenaron de ámpulas y rasgaba la carne de sus antebrazos, con su ojo rabiosos inyectados de un color oscuro, se retorcía hasta casi tocarme con sus manos metió la cabeza entre los barrotes.

Sus bellas facciones contrastaban con el terrible aspecto que mostraba, me deslice unos metros adelante, temiendo que el ruido atrajese a más de esos locos. Comenzó a retorcerse violentamente, los huesos emitían un grotesco sonido.

La falda descubrió sus piernas que sangraban al golpear contra el pavimento. Empezó a gritar en vez del sonido gutural, como lamentándose de quedar más atorada con cada giro. El ruido atrajo a otro de esos seres embrutecidos, una mujer alta y delgada que quiso jalarla, pero al fallar en su intento, intentó morderla entre la ropa.

Las piernas de la muchacha se movían espasmódicamente al ser aferradas por la mandíbula de la otra, que comenzó a tirar hasta arrancar la carne blanca, pronto se le unieron otros, que mordieron las áreas expuestas, su ropa se hizo tirones.

Algunos que mordían las piernas, dejaban algunos dientes incrustadas en la carne, las mordidas aferraban las piernas que seguían en una batida por librarse del castigo, podía ver su rostro desencajado, que a veces volteaba para clavarme la mirada.

Sus nalgas presentaban enormes hematomas producto de los intentos de sus congéneres por morderle, pero siendo un área de músculos, apenas si arrancaban la piel que dejaba ver el desagradable amarillo de la grasa bajo la dermis, borbotones de sangre manchaban el pavimento, que surgían de los jirones que una vez fueron sus piernas que terminaron por ceder ante los tirones de decenas de individuos.

Todavía se sacudían entre los jalones de la ahora enorme multitud, cuando su quijada se deshizo, hundiéndose al interior de su rostro, siendo sacada a rastras a la mitad de la calle. Cuando disminuyeron los lamentos de la chica, la multitud no tardó mucho en desperdigarse al escuchar gritos a lo lejos o sonidos de la pelea que tenía lugar en las calles.

La mujer que atrajo la multitud, cuya boca ensangrentada deformaba su rostro pálido y largo al haber perdido los dientes del frente, se quedó mirando a la chica que aún daba señales de vida, dio vueltas a su alrededor hasta que encontró lo que buscaba.

Recostando sus piernas en el piso, la mujer comenzó a pegar rítmicamente con una piedra en el pecho y la cara de la chica que hacía unos ruidos agonizantes que en un intento por detener el ataque usó sus manos rasgando el chaleco de su atacante.

Con una mueca que simulaba una sonrisa, la mujer se detuvo cuando notó que de la parte baja de la chica, lentamente liberó un líquido oscuro que se expandió por el pavimento, ante la extrema sensación de un primitivo instinto de terror que superaba la irracionalidad homicida de la chica.

Así el ajetreo de la calle llegó a su fin, me pareció que la mujer me dedico una mirada desde su posición, casi de satisfacción y se encaminó a la salida de la calle. O tal vez fue mi imaginación.

¿Una venganza tal vez por su "antigua" vida? Mis preguntas quedarán sin responder, la habilidad de estos nuevos "humanos" escapa a mi comprensión. Sólo me queda huir sin ser visto, sin proveerles de ninguna satisfacción, apretando el paso, esperando reunirme con los míos.

Solamente el proveedor dirá...

domingo, 2 de mayo de 2010

Capitulo 2: Lo fuegos fatuos

Sergéevichera, un conscripto (Ryadovóy) de las fuerzas terrestres rusas caminaba solo sobre la taiga siberiana con su gruesa gabardina, desplazándose con dificultad entre la nieve, cargando en alto un viejo AK-74 que consiguió intercambiando un par de zapatos cuando supo que su arma había sido robada por un Sargento, arrastraba un trineo de aluminio con varias mochilas mediante cables atados a su cintura.

La Ushanka (gorro) tenia el cintillo roto y era bastante flojo, la cabeza del ucraniano Nogin era demasiado grande y el gorro se le caía si trastabillaba, con el viento el pelaje que cubre los pómulos se llenaba de nieve lo que lo obligaba a quitárselo y sacudirlo constantemente.

Intentaba como podía cubrirse la cara mientras apretaba la marcha con el helado rifle que atravesaba sus gruesos guantes.


Su condición era precaria, se movía cada vez con más dificultad y el GPS civil al parecer tenía una desviación de casi un kilómetro con respecto a su posición, por lo que su única referencia era vadear un rió cubierto de hielo que se desdibujaba entre la intensidad de los vientos grises que lo sacudía como un pedazo de papel.


Su peor temor es que se le congelaran los dedos de los pies, la necrosis del tejido sería bastante rápida y el debilitamiento lo pondría rápidamente fuera de combate, no debería tardar mucho tiempo en llegar a su destino, una población de nombre Verjoyansk, pero el rodeo por el rió Yana, retrasaría varias horas su llegada, por lo que prefería, a exponerse al clima frió de la noche, a aventurarse en la coníferas y establecer allí un campamento improvisado, aunque gracias a que no todo se perdió en el accidente del Mi Mil-24 ha conservado una casa de campaña y una tela plástica de camuflaje que evitará que la nieve haga mella en su tienda, suficiente para soportar una noche.


Tardó casi media hora en localizar unas cuantas coníferas, la luz del Sol casi desaparecía, amarró los cables de la malla de camuflaje y desamarró las mochilas del trineo armando lo más rápido que pudo la casa de campaña cuyo suelo era impermeable, aunque la bolsa de dormir no era la apropiada para semejante clima, el grueso abrigo sirvió para improvisar una cubierta caliente.



Casi no sentía los dedos cuando se quitó los guantes, pero tuvo que hacerlo para prender una lampara química calor y así evitar un daño grave a sus extremidades, el viento arreciaba inmisericorde conforme caía la noche y el ululante sonido se mezclaba con el castañeo de su dientes.


Cogió su rifle de asalto cuando a lo lejos le pareció escuchar unos berridos guturales llenos de furia, se quedó quieto como un muerto, mientras puso atención a los sonidos que de exterior surgían con el tiempo, pero nada, la ventisca crecía y no daba rastros de amainar, volviendo vano cualquier intento por escuchar sonido alguno, atribuyó los ruidos a su activa imaginación, aferrándose a su escuadra. 


El transcurso de las horas pudieron más con él y terminó por rendirse, sumiéndose en un sueño profundo y perturbado...



Verjoyansk es una pequeña ciudad en la orilla del mundo, en la Siberia Oriental donde las temperaturas más bajas de Rusia lo hacían uno de los sitios más extremos y peligrosos a cuyas espaldas se alzaba una cordillera del mismo nombre, con la paralización del servicio de trenes con la caída de Moscú, era además uno de los sitios más seguros y aislados de Rusia, por lo que para el pequeño grupo de desertores, en la confusión de los días más furiosos de la plaga, no les fue difícil robar un par de helicópteros de la fuerza aérea y darse a la fuga, la mayoría habían perdido a sus familias en Moscú o se reunirían con ellas en Verjoyansk. 

Sergéevichera no tenía familia y su delgado y tozudo aspecto le permitió abrirse paso entre la multitud de figuras semi-humanas cuyos ojos desentonados se apoderaron de la estación de trenes de Moscú en plena evacuación generalizada, una marea de manos que ahogó a los soldados que protegían el lugar y que engulló a cuanto infortunado abandonar la seguridad de los trenes, que finalmente avanzaron con una carga extra de figuras intentando ingresar, algunos vagones se llenaron de esas cosas en una orgía de sangre que empañó las ventanas.

El tren que se descarrilaría  esparciendo la plaga pòr Cheliábinsk, Novosibirsk y Omsk, kasakhstan y Mongolia serían de los primeros países asiáticos que sentirían la ola de millones de cosas-como-hombres que se desplazaban a diferentes velocidades y arrasaban los que encontraban a su paso, fuera pájaros, insectos, perros y hombres, aunque no era sencillo capturar a los más ágiles de ellos.


El ejercito ruso peleaba en dos frentes para obligar a la ingente a abandonar con un alto costo de hombres su territorio, pero el grupo de desertores apreciaba de primera cuenta la ineptitud de los comandantes que mientras daban ordenes absurdas, se erguían de señores de la guerra y cuando se rompió la linea de comando, sabían que serían carne de cañón si se mantenían en un ejercito descabezado y en pugna por establecer una nueva cabeza que seguramente se lograría a base de una carnicería.


Durante la noche que tocaba de ronda, robaron los helicópteros y se arriesgaron a exceder el peso de los aparatos tirando las armas del aparato y cargando depósitos externos de combustible, unicamente con sus rifles y el mínimo en comida y bolsas de viaje entraron 18 hombres en cada aparato.


Lo más complicado fue convencer a los pilotos, cuando despegaron ametrallaron los Mi Mil-24 que estaban cercanos al campamento de la fuerza aérea y un peligroso Mi-28, el frenético General ahora convertido en un señor de la guerra se quedó esperando una reacción de la Fuerza Aérea, aunque no faltaron las balas que rozaban el casco, en el escape lanzaron todas las bengalas para evitar los misiles, si es que los llegaron a lanzar entre la confusión.


El viaje de más de 1200 kilómetros requería dos tanques de combustibles de 500 litros adicionales de los 2000 que podía llevar el avión, cuando el primero se acabó descendieron en la primera pista aérea que vieron, lo que demostró ser bastante peligroso porque de inmediato grupos de saqueadores los intentaron abordar, solamente el gran número de soldados de ambos helicópteros, impidió que pasará a mayores, pero cuando los primeros infectados aparecieron en la breve pelea no se dieron cuenta de que uno de sus camaradas, al disparar con su pistola demasiado cerca de la cabeza de infectado, un poco de sangre le ensució la cara, lavándose con el agua de su cantimplora.

El proceso de recarga lo repitieron dos veces más, aunque era más escaso el combustible. Vasilii comenzó a sentirse mal y en el apretado helicóptero comenzó a tirar espuma por la boca sentado en su rincón, todos vieron aterrados al pobre hombre que empezó a convulsionarse, retrayendo la lengua, Nogin el ucraniano lo tomó de forma firme de la cabeza y como pudo abrió la boca y jaló la lengua de Vasilii, quien de inmediato comenzó a hacer unos horrendos sonidos, como de un siervo succionando aire después de que una bala le atravesara el pulmón, sólo que más audible y horroroso, poniendo sus ojos en blanco, perdiendo la conciencia, la enfermera del regimiento Akim le empezó a dar RCP cuando notó el paro respiratorio.


Sucedió entonces cuando alcanzaban el rió Yana, que el helicóptero de Sergéevichera simplemente perdió potencia y los motores se detuvieron en seco, el piloto hizo una brusca maniobra que Sergéevichera sintió hasta en los testículos -sentado en la cabina del artillero al turnase con los pilotos el incómodo lugar-.

El experimentado piloto giró 180 grados para entrar en autorotación. Cuando todos se sujetaron de los arcenes vieron sorprendidos y aterrorizados como el cuerpo de Vasilii se retorcía violentamente dando tumbos, hasta el punto que unos ojos inyectados de sangre se proyectaron entre los gritos de Akim, a quien el infectado se abalanzó, Pichenko le disparó en el hombro con su pistola, pero ni se inmutó, la vibración del aparato evitaba que acertara en su blanco.


Al realizar el flare para aterrizar el helicóptero, el piloto alzó el morro del helicóptero, el cual aterrizó bruscamente al ser golpeado el frente probablemente por una roca y dio una violenta vuelta que hizo que el rebote lanzara el helicóptero al frente por una colina, estrellándose contra las coníferas.


Sergéevichera se despertó muy mareado y al salir del cubículo del artillero, observó la cabina ensangrentada por la sangre del piloto del helicóptero que había sido atravesado por un tronco, la mitad del helicóptero se hallaba desprendida en la colina, los cuerpos del gigante ucraniano Nogin y otros de sus irreconocibles camaradas se encontrabas dispersos y desmembrados en los alrededores, pero no todos ellos, viendo que el comunicador funcionaba, se comunicó con el otro helicóptero, enterándose que ni siquiera habían visto caer al helicóptero, pero no podían regresar porque el combustible apenas era suficiente para llegar a las proximidades de Verjoyansk, el piloto le indicó la localización de un GPS que se encontraba en la cabina del piloto y como pudo junto lo que pudo rescatar.


Cuando se aventuraba entre las tundra a varios metros del lugar del accidente, le pareció ver a alguien moverse entre las coníferas, se quedó quieto e intentó ver con los binoculares si era uno de sus camaradas, para su sorpresa la enfermera del regimiento Akim se movía erráticamente tomándose de la cabeza, justo cuando intento avisarle de su presencia, se percató un grupo de sujetos la rodearon, lo que pasó después fue indescriptible, el grupo de sus antiguos colegas se abalanzaron sobre la chica, quien comenzó a gritar frenéticamente, Sergéevichera se tiró al suelo y se arrastró hasta que estuvo lo suficientemente lejos y luego se incorporó y corrió hasta que dio con el rió Yana, rodeándolo para evitar caerse, si el hielo estaba demasiado delgado. 


En un momento del trayecto se obsesionó con la idea de que si lo siguieran esos monstruos pocas posibilidades tendría contra ellos, tuvo que improvisar con una chamarra y una pala un dispositivo para borrar sus huellas mientras se desplazaba, se metía entre las coníferas y llegó a subir por las escarpadas rocas, lo que le retrasó aún más, quiso usar la pero temió que ambos helicópteros recibieran la transmisión, con sus miedos la larga noche invernal se avecinaba y muchas ideas rondaban en su cabeza la mayoría de ellas alimentaban su paranoia, pero una idea en particular mantenía su cordura, una única palabra que le daba esperanza, fé y valor y no dudaba en susurrarla al viento... Verjoyansk

miércoles, 3 de marzo de 2010

Murdock

Murdock era el nombre código del tercer sujeto que entraba a las instalaciones subterraneas, Solitario George sabia que era un sujeto peligroso.  Colbert solo mostraba una mueca burlona al observar el traje manchado de una oscura sustancia que cubría gran parte de su traje, el chorro supercaliente del baño químico desprendió los residuos y pasó al segundo cubículo de desinfección.

¿De donde diablos había sacado ese traje  hazmat TES¹? Con su salario era obvio que no lo había comprado, la respuesta para Solitario era clara, algún trabajador de un hospital privado debió acabar muerto y dado la contingencia en curso, no debía ser demasiado bueno para el personal del hospital que la policía no apareciese.

Murdock, molesto, se movía impaciente, se quitó el traje rápidamente, su camisa mostraba una mancha de sangre que en Colbert despertó una mirada desafiante, Murdock, sin vergüenza, ni asombró, acertó a mostrarle un corte hecho con una navaja de afeitar debajo de la barbilla, mostrandole el dedo medio de la mano al hacerlo, lo que finalmente relajó la situación.

Colbert seguia con su mueca, las escaleras verticales de la entrada B era realmente peligrosas, a diferencia de la entrada oculta por la que él accedio, esta otra entrada tenía el defecto de estar expuesta a la intemperie, se tenía que abrir una coladera y acceder a la entrada neumática, el salitre había desprendido los tornillos así que no fue extraño que se desprendiera de tajo.


En el interior del macabro bunker, las pocas luces encendidas en un tono verdoso se bamboleaban al ritmo de las imágenes de los monitores, en la frecuencia de la Televisión varias estaciones seguían aún al aire, por asombroso que pareciera, seguramente protegidas bajo jaulas de Faraday, aunque la intermitencia violenta de los Mhz en los osciloscopios reflejaba los problemas de la señal enviada vía satélite. -La ionosfera debía estar hecha polvo-, dijo en voz baja Solitario, como si se lo dijera así mismo, mientras desarmaba su reproductor de audio que había puenteado a una computadora con un programa de diagnóstico tipo laptop que se encontraba con muchas otras en un compartimiento de la sala de suministros.

Tenía que intentar recuperar chip de memoria, soldó varios cables al circuito he introdujo las variables en la computadora, mientras de reojo veía en los monitores gente corriendo despavorida intentando pasar el Hudson, aunque para los sorprendidos periodistas, aviones F-22 volaron los puntos de acceso, alcanzando los Ferrys del puerto que rodeaba la zona comercial.

La gente se movía sin rumbo en la Quinta avenida, por Broadway, taxis bloqueaban la zona apelmazados frente a un autobús que se volteó aplastando decenas de personas, que entre el humo eran rescatadas por policias y bomberos, todas las pantallas y luminarias estaban apagadas, lo que aumentó la confusión y el pánico de una ciudad presa del terror.

Solitario veía en el monitor fragmentos de la memoria EEPROM recuperada que guardaba como cadenas de fragmentos de archivos, la pantalla de TV se tornaba en un tono negro, Colbert cambiaba de canal hasta encontrar otras estación o pirateando la señal de cable gracias a la red de supercomputadoras que tenía una subestación en ese mismo lugar.

Solitario George miro con satisfacción a su compañeros, quienes ni se inmutaron, observando fijamente la pantalla con una sonrisa de par en par, que se leía entre líneas como -Bingo-.

¹Traje totalmente encapsulado