Intenté moverme lo más rápido posible, pero el calor era devastador, rodé por la calle presa del bochorno, quince minutos ininterrumpidos de una carrera que no daba pausa, estaba cerca del infarto.
El medallón del coche se hundió con la fuerza de mi bota amenazando con tragar mi pierna derecha, me limité a asirme con todas mis fuerzas sobre el toldo con manos y la pierna, volviendo a saltar sobre un camión para intentar alcanzar la seguridad del cementerio. El salto fue inhumanamente posible, dejándome al ras de la valla, cuyas puntas rasgaron de forma curva la carne de mis brazos y con las piernas me impulsé sin preocuparme en la caída que fue bastante dolorosa.
Aquel individuo imitó mis movimientos, pero acompañado por una ingente marea de manos, en su loca persecución su cara dio de lleno contra una de las puntas, al perder sus pies el marco de la valla. Ni siquiera inmutó su rabiosa expresión, la punta entró al ras de la barbilla y cortó todo su cráneo dejando escurrir sus sesos, cayendo en el suelo, cuyas piernas se doblaron en un ángulo aberrante.
Del toldo deformado del camión caían los que le imitaron, sin espacio para lograr saltar los 3 metros de separación que permite al correr sin detenerse por una pendiente.
No se empeñaban demasiado en su objetivo al notar que desaparecí tras los arbustos que amortiguaron mi caída y se sumaron a la persecución de otras de personas que inundaban las calles. Con sus puños reventaban puertas del complejo, o simplemente trepaban los muros donde dejaban a decenas de los suyos. Una iglesia de puertas grandes cerró su puertas, pero los grandes ventanales permitieron la entrada de unos cuantos que luego de unos minutos disminuían los gritos y aumentaban los sonidos guturales de aquellas criaturas creciendo a su alrededor.
En el interior del cementerio sólo podía observar tumbado en el suelo, protegido por las amplias vallas de hierro. El suelo con abundante pasto refrescaba mi adolorido cuerpo y protegido por los arbustos contemplaba la gran carnicería que se desató en el pueblo.
La elección del lugar no era quizás la más adecuada, pero era mejor que elegir una avenida o una calle donde los carros pasaban a toda velocidad, algunos terminaron estrellados abriendo enormes boquetes en las casas o en su intento por ocultarse en centros comerciales y cualquier refugio, tiraban los portones, las puertas y las verjas abriendo pasos a sus perseguidores, encontrando otras víctimas.
El cementerio rodeado por una circunvalación para dar salida a los cortejos fúnebres no era la elección más adecuada para huir de la ciudad, aunque el mismo daba a una colina con abundante vegetación por el que se podía intentar la fuga al descampado.
Mi descanso fue interrumpido por una mujer, una secretaria, de las tantas empresas que rodeaba la cuadra, que noto mi presencia entre en los arbustos y quiso alcanzarme metiendo sus refinadas manos por la verja, que pronto se llenaron de ámpulas y rasgaba la carne de sus antebrazos, con su ojo rabiosos inyectados de un color oscuro, se retorcía hasta casi tocarme con sus manos metió la cabeza entre los barrotes.
Sus bellas facciones contrastaban con el terrible aspecto que mostraba, me deslice unos metros adelante, temiendo que el ruido atrajese a más de esos locos. Comenzó a retorcerse violentamente, los huesos emitían un grotesco sonido.
La falda descubrió sus piernas que sangraban al golpear contra el pavimento. Empezó a gritar en vez del sonido gutural, como lamentándose de quedar más atorada con cada giro. El ruido atrajo a otro de esos seres embrutecidos, una mujer alta y delgada que quiso jalarla, pero al fallar en su intento, intentó morderla entre la ropa.
Las piernas de la muchacha se movían espasmódicamente al ser aferradas por la mandíbula de la otra, que comenzó a tirar hasta arrancar la carne blanca, pronto se le unieron otros, que mordieron las áreas expuestas, su ropa se hizo tirones.
Algunos que mordían las piernas, dejaban algunos dientes incrustadas en la carne, las mordidas aferraban las piernas que seguían en una batida por librarse del castigo, podía ver su rostro desencajado, que a veces volteaba para clavarme la mirada.
Sus nalgas presentaban enormes hematomas producto de los intentos de sus congéneres por morderle, pero siendo un área de músculos, apenas si arrancaban la piel que dejaba ver el desagradable amarillo de la grasa bajo la dermis, borbotones de sangre manchaban el pavimento, que surgían de los jirones que una vez fueron sus piernas que terminaron por ceder ante los tirones de decenas de individuos.
Todavía se sacudían entre los jalones de la ahora enorme multitud, cuando su quijada se deshizo, hundiéndose al interior de su rostro, siendo sacada a rastras a la mitad de la calle. Cuando disminuyeron los lamentos de la chica, la multitud no tardó mucho en desperdigarse al escuchar gritos a lo lejos o sonidos de la pelea que tenía lugar en las calles.
La mujer que atrajo la multitud, cuya boca ensangrentada deformaba su rostro pálido y largo al haber perdido los dientes del frente, se quedó mirando a la chica que aún daba señales de vida, dio vueltas a su alrededor hasta que encontró lo que buscaba.
Recostando sus piernas en el piso, la mujer comenzó a pegar rítmicamente con una piedra en el pecho y la cara de la chica que hacía unos ruidos agonizantes que en un intento por detener el ataque usó sus manos rasgando el chaleco de su atacante.
Con una mueca que simulaba una sonrisa, la mujer se detuvo cuando notó que de la parte baja de la chica, lentamente liberó un líquido oscuro que se expandió por el pavimento, ante la extrema sensación de un primitivo instinto de terror que superaba la irracionalidad homicida de la chica.
Así el ajetreo de la calle llegó a su fin, me pareció que la mujer me dedico una mirada desde su posición, casi de satisfacción y se encaminó a la salida de la calle. O tal vez fue mi imaginación.
¿Una venganza tal vez por su "antigua" vida? Mis preguntas quedarán sin responder, la habilidad de estos nuevos "humanos" escapa a mi comprensión. Sólo me queda huir sin ser visto, sin proveerles de ninguna satisfacción, apretando el paso, esperando reunirme con los míos.
Solamente el proveedor dirá...
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