Cuando los muertos caminen ¿a donde iras a esconderte?
Ellos van por ti Barbara.

domingo, 2 de mayo de 2010

Capitulo 2: Lo fuegos fatuos

Sergéevichera, un conscripto (Ryadovóy) de las fuerzas terrestres rusas caminaba solo sobre la taiga siberiana con su gruesa gabardina, desplazándose con dificultad entre la nieve, cargando en alto un viejo AK-74 que consiguió intercambiando un par de zapatos cuando supo que su arma había sido robada por un Sargento, arrastraba un trineo de aluminio con varias mochilas mediante cables atados a su cintura.

La Ushanka (gorro) tenia el cintillo roto y era bastante flojo, la cabeza del ucraniano Nogin era demasiado grande y el gorro se le caía si trastabillaba, con el viento el pelaje que cubre los pómulos se llenaba de nieve lo que lo obligaba a quitárselo y sacudirlo constantemente.

Intentaba como podía cubrirse la cara mientras apretaba la marcha con el helado rifle que atravesaba sus gruesos guantes.


Su condición era precaria, se movía cada vez con más dificultad y el GPS civil al parecer tenía una desviación de casi un kilómetro con respecto a su posición, por lo que su única referencia era vadear un rió cubierto de hielo que se desdibujaba entre la intensidad de los vientos grises que lo sacudía como un pedazo de papel.


Su peor temor es que se le congelaran los dedos de los pies, la necrosis del tejido sería bastante rápida y el debilitamiento lo pondría rápidamente fuera de combate, no debería tardar mucho tiempo en llegar a su destino, una población de nombre Verjoyansk, pero el rodeo por el rió Yana, retrasaría varias horas su llegada, por lo que prefería, a exponerse al clima frió de la noche, a aventurarse en la coníferas y establecer allí un campamento improvisado, aunque gracias a que no todo se perdió en el accidente del Mi Mil-24 ha conservado una casa de campaña y una tela plástica de camuflaje que evitará que la nieve haga mella en su tienda, suficiente para soportar una noche.


Tardó casi media hora en localizar unas cuantas coníferas, la luz del Sol casi desaparecía, amarró los cables de la malla de camuflaje y desamarró las mochilas del trineo armando lo más rápido que pudo la casa de campaña cuyo suelo era impermeable, aunque la bolsa de dormir no era la apropiada para semejante clima, el grueso abrigo sirvió para improvisar una cubierta caliente.



Casi no sentía los dedos cuando se quitó los guantes, pero tuvo que hacerlo para prender una lampara química calor y así evitar un daño grave a sus extremidades, el viento arreciaba inmisericorde conforme caía la noche y el ululante sonido se mezclaba con el castañeo de su dientes.


Cogió su rifle de asalto cuando a lo lejos le pareció escuchar unos berridos guturales llenos de furia, se quedó quieto como un muerto, mientras puso atención a los sonidos que de exterior surgían con el tiempo, pero nada, la ventisca crecía y no daba rastros de amainar, volviendo vano cualquier intento por escuchar sonido alguno, atribuyó los ruidos a su activa imaginación, aferrándose a su escuadra. 


El transcurso de las horas pudieron más con él y terminó por rendirse, sumiéndose en un sueño profundo y perturbado...



Verjoyansk es una pequeña ciudad en la orilla del mundo, en la Siberia Oriental donde las temperaturas más bajas de Rusia lo hacían uno de los sitios más extremos y peligrosos a cuyas espaldas se alzaba una cordillera del mismo nombre, con la paralización del servicio de trenes con la caída de Moscú, era además uno de los sitios más seguros y aislados de Rusia, por lo que para el pequeño grupo de desertores, en la confusión de los días más furiosos de la plaga, no les fue difícil robar un par de helicópteros de la fuerza aérea y darse a la fuga, la mayoría habían perdido a sus familias en Moscú o se reunirían con ellas en Verjoyansk. 

Sergéevichera no tenía familia y su delgado y tozudo aspecto le permitió abrirse paso entre la multitud de figuras semi-humanas cuyos ojos desentonados se apoderaron de la estación de trenes de Moscú en plena evacuación generalizada, una marea de manos que ahogó a los soldados que protegían el lugar y que engulló a cuanto infortunado abandonar la seguridad de los trenes, que finalmente avanzaron con una carga extra de figuras intentando ingresar, algunos vagones se llenaron de esas cosas en una orgía de sangre que empañó las ventanas.

El tren que se descarrilaría  esparciendo la plaga pòr Cheliábinsk, Novosibirsk y Omsk, kasakhstan y Mongolia serían de los primeros países asiáticos que sentirían la ola de millones de cosas-como-hombres que se desplazaban a diferentes velocidades y arrasaban los que encontraban a su paso, fuera pájaros, insectos, perros y hombres, aunque no era sencillo capturar a los más ágiles de ellos.


El ejercito ruso peleaba en dos frentes para obligar a la ingente a abandonar con un alto costo de hombres su territorio, pero el grupo de desertores apreciaba de primera cuenta la ineptitud de los comandantes que mientras daban ordenes absurdas, se erguían de señores de la guerra y cuando se rompió la linea de comando, sabían que serían carne de cañón si se mantenían en un ejercito descabezado y en pugna por establecer una nueva cabeza que seguramente se lograría a base de una carnicería.


Durante la noche que tocaba de ronda, robaron los helicópteros y se arriesgaron a exceder el peso de los aparatos tirando las armas del aparato y cargando depósitos externos de combustible, unicamente con sus rifles y el mínimo en comida y bolsas de viaje entraron 18 hombres en cada aparato.


Lo más complicado fue convencer a los pilotos, cuando despegaron ametrallaron los Mi Mil-24 que estaban cercanos al campamento de la fuerza aérea y un peligroso Mi-28, el frenético General ahora convertido en un señor de la guerra se quedó esperando una reacción de la Fuerza Aérea, aunque no faltaron las balas que rozaban el casco, en el escape lanzaron todas las bengalas para evitar los misiles, si es que los llegaron a lanzar entre la confusión.


El viaje de más de 1200 kilómetros requería dos tanques de combustibles de 500 litros adicionales de los 2000 que podía llevar el avión, cuando el primero se acabó descendieron en la primera pista aérea que vieron, lo que demostró ser bastante peligroso porque de inmediato grupos de saqueadores los intentaron abordar, solamente el gran número de soldados de ambos helicópteros, impidió que pasará a mayores, pero cuando los primeros infectados aparecieron en la breve pelea no se dieron cuenta de que uno de sus camaradas, al disparar con su pistola demasiado cerca de la cabeza de infectado, un poco de sangre le ensució la cara, lavándose con el agua de su cantimplora.

El proceso de recarga lo repitieron dos veces más, aunque era más escaso el combustible. Vasilii comenzó a sentirse mal y en el apretado helicóptero comenzó a tirar espuma por la boca sentado en su rincón, todos vieron aterrados al pobre hombre que empezó a convulsionarse, retrayendo la lengua, Nogin el ucraniano lo tomó de forma firme de la cabeza y como pudo abrió la boca y jaló la lengua de Vasilii, quien de inmediato comenzó a hacer unos horrendos sonidos, como de un siervo succionando aire después de que una bala le atravesara el pulmón, sólo que más audible y horroroso, poniendo sus ojos en blanco, perdiendo la conciencia, la enfermera del regimiento Akim le empezó a dar RCP cuando notó el paro respiratorio.


Sucedió entonces cuando alcanzaban el rió Yana, que el helicóptero de Sergéevichera simplemente perdió potencia y los motores se detuvieron en seco, el piloto hizo una brusca maniobra que Sergéevichera sintió hasta en los testículos -sentado en la cabina del artillero al turnase con los pilotos el incómodo lugar-.

El experimentado piloto giró 180 grados para entrar en autorotación. Cuando todos se sujetaron de los arcenes vieron sorprendidos y aterrorizados como el cuerpo de Vasilii se retorcía violentamente dando tumbos, hasta el punto que unos ojos inyectados de sangre se proyectaron entre los gritos de Akim, a quien el infectado se abalanzó, Pichenko le disparó en el hombro con su pistola, pero ni se inmutó, la vibración del aparato evitaba que acertara en su blanco.


Al realizar el flare para aterrizar el helicóptero, el piloto alzó el morro del helicóptero, el cual aterrizó bruscamente al ser golpeado el frente probablemente por una roca y dio una violenta vuelta que hizo que el rebote lanzara el helicóptero al frente por una colina, estrellándose contra las coníferas.


Sergéevichera se despertó muy mareado y al salir del cubículo del artillero, observó la cabina ensangrentada por la sangre del piloto del helicóptero que había sido atravesado por un tronco, la mitad del helicóptero se hallaba desprendida en la colina, los cuerpos del gigante ucraniano Nogin y otros de sus irreconocibles camaradas se encontrabas dispersos y desmembrados en los alrededores, pero no todos ellos, viendo que el comunicador funcionaba, se comunicó con el otro helicóptero, enterándose que ni siquiera habían visto caer al helicóptero, pero no podían regresar porque el combustible apenas era suficiente para llegar a las proximidades de Verjoyansk, el piloto le indicó la localización de un GPS que se encontraba en la cabina del piloto y como pudo junto lo que pudo rescatar.


Cuando se aventuraba entre las tundra a varios metros del lugar del accidente, le pareció ver a alguien moverse entre las coníferas, se quedó quieto e intentó ver con los binoculares si era uno de sus camaradas, para su sorpresa la enfermera del regimiento Akim se movía erráticamente tomándose de la cabeza, justo cuando intento avisarle de su presencia, se percató un grupo de sujetos la rodearon, lo que pasó después fue indescriptible, el grupo de sus antiguos colegas se abalanzaron sobre la chica, quien comenzó a gritar frenéticamente, Sergéevichera se tiró al suelo y se arrastró hasta que estuvo lo suficientemente lejos y luego se incorporó y corrió hasta que dio con el rió Yana, rodeándolo para evitar caerse, si el hielo estaba demasiado delgado. 


En un momento del trayecto se obsesionó con la idea de que si lo siguieran esos monstruos pocas posibilidades tendría contra ellos, tuvo que improvisar con una chamarra y una pala un dispositivo para borrar sus huellas mientras se desplazaba, se metía entre las coníferas y llegó a subir por las escarpadas rocas, lo que le retrasó aún más, quiso usar la pero temió que ambos helicópteros recibieran la transmisión, con sus miedos la larga noche invernal se avecinaba y muchas ideas rondaban en su cabeza la mayoría de ellas alimentaban su paranoia, pero una idea en particular mantenía su cordura, una única palabra que le daba esperanza, fé y valor y no dudaba en susurrarla al viento... Verjoyansk
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