Esteban retiró la mira electrónica de su fusil de asalto SIG SG 550, se había fundido como toda la electrónica de su equipo, el primer tiro lo hizo casi a 500 metros de la camioneta volcada y falló en el blanco, el conductor y el capitán estaban muertos en el frente.
Prosiguieron con su misión y se dirigieron corriendo a la televisora, a 300 metros disparó una ráfaga que poco pudo hacer para detenerles, las balas en las piernas resultaban efectivas para momentáneamente sacarlos de balance, pero gastaban mucha munición. La muchedumbre retrocedía mostrando la sangre inyectada de sus ojos, tirando piedras y objetos que encontraban a su alcance, algunos disparaban sin mucha precisión, en respuesta cada tiro nuestro se concentraba en estos últimos.
Se acantonaron en el portón abierto de la televisora que con dificultades cerraron sin electricidad, muchos de aquella muchedumbre estaban al interior de las instalaciones, pero gracias a sus armas, especialmente diseñadas para el combate a corta distancia, lograron repelerlos, no sin antes obligarlos a salir, tirando entre cuatro de la unidad los cuerpos que quedaban tirados con un tiro en la cabeza.
Jalaron un pequeño remolcador que usaron para mantener fijo el cierre del portón de casi cuatro metros de altura.
Había algunos más en el interior dispersos en un reducido grupo que ultimaron con dificultad por su tendencia a esconderse cuando iban en grupo reducido.
Uno de los empleados de la televisora, la única que mantenía transmisiones en la región salió a recibirlos tras la reja interior cuyo cierre eléctrico había fallado, pero luego de algunos intentos lograron abrir y refugiarse en el edificio principal del complejo de estudios donde se encontraba la antena de transmisión satelital.
Mediante estas antenas y gracias a su construcción de cuarto de Faraday el edificio había soportado el "golpe del pulso" y era de los pocos con electricidad, parecido fue con los equipos de comunicación de la policía, sólo los equipos guardados en las bodegas blindadas habían sobrevivido.
El mismo presidente del país ordenó al grupo táctico ir y proteger a los trabajadores que se hallaban al interior.
El sargento Armando se quitó la careta y el casco dejando un grupo para vigilar las entradas, en los monitores de las estaciones de control reinaba el caos, la comunicación que habían logrado con el gobierno se había cortado y la situación empeoraba para los equipos de camarógrafos y reporteros enviados a cubrir la nota.
Algunos se arremolinaban en cuartos rezando, entregándose a la locura, mientras otros miraban a las paredes vacías reflexionado sobre sus vidas, pero el espectáculo tiene que continuar, un grupo de panelistas debatían acaloradamente el problema al aire, aún cuando poca gente era capas de captarlos.
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