Cuando los muertos caminen ¿a donde iras a esconderte?
Ellos van por ti Barbara.

miércoles, 12 de agosto de 2009

El pozo (I): La pequeña historia de Muttaqi

Muttaqi vive en la periferia de Kabul en afghanistan, su familia murió cuando los norteamericanos invadieron el país, su hermano Amir, se unió a la policía afgana y luego fue enviando a Fort Benning a recibir entrenamiento en la WHISC, cuando regresó se volvió parte de la milicia o escuadrones de la muerte que los Americanos formaron como parte de su guerra de baja intensidad en Kabul hasta lograr el control y desplazamiento de asentamientos talibanes en la región.

Su hermano era amante de los aparatejos americanos que cargaba en su uniforme lleno de bolsas sobre su chaleco antibalas, escuchaba música a todo volumen, mientras vigilaba el exterior del edificio, la derruida casa de Muttaqi en la que vivía sólo tenía una mesa con una silla vieja, algunos mendrugos de pan en una bolsa insalubre fueron lo único que obtuvo de su hermano quien vivía en la zona verde de Kabul y del que poco y nada supo desde que se fue con los infieles y cruzados, como algunos simpatizantes del talibán llamaban mientras en voz baja repetían Allah Akbar.

La primer película que vio en su vida Muttaqi, fue una de Rambo III en el teléfono móvil de su hermano quien pasó toda la noche en el lugar, aunque no entendió nada, fue muy graciosa viendo a un americano desnudo peleando con los talibanes, con los que ahora su hermano lucha.

Usaba la casa para planear sus movimientos sobre la zona y verificar que ningún talibán merodeara, además se dedicaba al asesinato especializado de lideres religiosos y de las tribus.

Amir golpeaba brutalmente a su hermano menor, a veces lo obligaba a recorrer la montaña repleta de casas y señalar con un láser que desmontaba de su M-16, a la posición de una casa sospechosa de tener algún insurgente o por pura diversión, que mediante un bombardeo quirúrgico que dejaba decenas de heridos y varios muertos, habían acabado con grandes porciones de concreto blanco, yacer dispersos sobre los caminos de la montaña.

Las noches eran horrendas, aún sin su hermano cerca, los bombardeos de los talibanes con morteros a veces hacían blanco en una casa ajena al conflicto.

El día que sucedió era un día extraño, denso, húmedo, se sentía un sabor agrio en el ambiente, Amir lo despertó agitándolo violentamente, todo ensangrentado del costado derecho, lo tomó por el brazo y arrastró varios metros hasta salir por la casa colindante en ruinas, escalando el hoyo en el techo, le tapó la boca y se sentó sobre su pecho, sacó una aguja que le inyectó sin mucha precisión en el brazo, apretó y el líquido oscuro entró muy rápida y dolorosamente en el torrente sanguíneo.

Muttaqi le mordió la mano que llevaba un guante de cuero para fijar correctamente su rifle, Amir sonrió y le dijo que se escondiera y no saliera durante seis lunas y a la séptima se internara en dirección a Hindu Kush y se quedara en los pasajes que construyeron los americanos por donde enviaban las AK-47 y morteros a través de Pakistán al Talibán contra los Rusos.

Dejando caer su bolsa militar de provisiones que hizo que el chico agarrara, llevándose la mano a uno de sus bolsillos, sacó una libretita escrita en pashto, uno de los idiomas afganos y le dijo que la entregara a Khan Abdali.

La escalera al primer piso de esta vivienda estaba derruida y sólo era accesible escalando, ayudándole a subir le dijo que no saliera.

Sacó su Glock y mirando su comunicador salió por el muro de la casa, Muttaqi vio a soldados Americanos dirigirse en sus HMMWV en dirección a donde su hermano corría y varios balazos se sucedían, el chico solo atinó a tirarse pecho tierra.

Mientras se alejaba Amir sonreía a un oficial adjunto de la CIA y los soldado del vehículo en perfecto inglés:

-Te dije que lo haría, ahora, no iremos nosotros.*
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